Abstract

Abstract:

In July 2019, the United States Government tried Scott Warren on felony charges for “harboring illegal aliens” and “conspiracy to transport and harbor illegal aliens.” No More Deaths, an abolitionist direct aid organization, insisted that the trial was a result of the government's criminalization of care. “Humanitarian Aid is Never a Crime,” they insisted. This article draws on ethnographic fieldwork conducted in Tucson during the summer of 2019 to argue that the gallon-sized water bottles used by aid groups and the heavy-duty black water bottles carried by migrants can help scholars interrogate the boundaries of “America” and “religion.” Despite militarized walls and barriers, people touch and commune across the Americas. Water bottles are sacred objects—criminalized, policed, destroyed—precisely because of their potential to facilitate such transborder intimacies.

Abstract:

En julio de 2019, el Gobierno de los Estados Unidos enjuició a Scott Warren por cargos criminales de “albergar a inmigrantes ilegales” y “conspirar para transportar y albergar a inmigrantes ilegales.” No More Deaths (No Más Muertes), una organización abolicionista de ayuda directa, insistió que el juicio fue resultado de la criminalización del cuidado por parte del gobierno. Este artículo se basa en el trabajo de campo etnográfico realizado en Tuscon durante el verano de 2019 para argumentar que tanto los botellones de agua usados por grupos de ayuda como los botellones negros para tareas pesadas que cargan los migrantes, puede ayudar a los académicos a interrogar los límites de “los Estados Unidos” y “la religión.” A pesar de fronteras y muros militarizados, la gente viene en contacto y se comunica por toda América. Los botellones de agua son objetos sagrados—criminalizados, patrullados, destruidos—precisamente a causa de que pueden potencialmente facilitar tales intimidades transfronterizas.

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